lunes, 16 de diciembre de 2013

Lestat el Vampiro de Anne Rice: el primer arquetipo vampírico de Lestat de Lioncourt.



       En 1985 apareció la segunda de las Crónicas Vampíricas de Anne Rice, titulada Lestat el vampiro –o The Vampire Lestat-. Además de narrar el punto de vista del personaje, la obra plasma cómo intentó forjarse un arquetipo de conducta nuevo sobre cómo alguien vampirizado involuntariamente se adapta a un mundo siempre cambiante, y más si la humanidad poco o casi nada sabe sobre la existencia del otro, representado en los vampiros.

        Más allá de contradecir la visión de Louis de Pointe du Lac acerca de su ser, la aparición de Lestat de Lioncourt obedece a nuevos propósitos en esta novela: describir al mundo a través de sus ojos, experiencia y subjetividad. Lestat es un símbolo de la libertad y la dominación. En él, el vampiro es una metáfora del extraño que todos llevamos dentro, el depredador y el rebelde. Representa el lado cruel e inhumano que tenemos nosotros. Es aquél que quiere vivir eternamente y aun así, ser abrazado por unos brazos que ofrecen afecto y perdón (citado por Fans de las Crónicas Vampíricas de Anne Rice, Mayo 2013: Facebook). De ahí que su presencia será clave para entender sus metas iniciales.


(Portada de Lestat el vampiro de Anne Rice.)


        Lestat el vampiro es la segunda de las diez Crónicas Vampíricas y continuación de la primera de sus cinco sagas: Los orígenes vampíricos desde Akasha. En ella se nulifican gran parte de las ideas preconcebidas de Louis sobre “lo que implica ser un vampiro” para plasmarnos otras. Conocemos nuevos vampiros, cuyas verdades no sólo serán igualmente subjetivas, sino también tradicionalistas, fundamentalistas, aislacionistas, "mesiánicas" y hasta personalizadas. Aparecen grupos que intentaron eternizarse con ellas y sobre cómo “nacieron” los primeros seres vampíricos en las figuras de Akasha y Enkil.

        Iniciada la novela vemos que el despertar de Lestat no fue en la época que Louis afirmó en Entrevista con el vampiro, sino en 1984. La radio, los aparatos de televisión y los cantantes de rock La Noche Libre de Satán lo motivan volver a la actividad vampírica, y sumado a ello, se adapta al contexto de finales del siglo XX a su modo: 

Con todo, a la tercera noche de haber reaparecido, ya circulaba rugiendo por Nueva Orleans en una gran motocicleta Harley-Davidson de color negro, haciendo un ruido ensordecedor. Buscaba más homicidas de los que alimentarme. Llevaba unas espléndidas ropas de cuero negro que había quitado a mis víctimas y, en el bolsillo, un pequeño walkman Sony estéreo cuyos minúsculos auriculares hacían sonar dentro de mi cabeza el Arte de La Fuga, de Bach, mientras daba gas por las avenidas (Rice, 2010: 16). 

Para Lestat, ser vampiro implicaba libertad para disfrutar la existencia si tomaba la sangre de los malhechores para sobrevivir. Sin verse como un héroe, siguió irónicamente un camino heróico para "serlo": experimentó sus facultades constantemente para confirmar y refutar mitos sobre los vampiros, crearse una nueva imagen sobre sí mismo, difundirla por doquier y saber más acerca de sus orígenes. Con esto, termina viviendo aquel momento en el que se le revela (…) un mundo maravilloso, y queda expuesto a poderes que no entiende. Tiene una serie de deseos y conflictos reprimidos que abren un destino, que cuando se cumple, es el equivalente a la muerte y al mismo tiempo a un renacimiento (Campbell, 2010: 54-55), aunque en su caso se realizará de otra manera.  

        Lestat cuenta todo sobre ese mundo y experiencias a La Noche Libre de Satán tras leer Entrevista con el vampiro –la historia narrada por Louis y publicada por Daniel Molloy en 1976-. Se une a su banda, la financia y filma videos musicales basados en su vida para proclamarle al mundo que existe, así como a los demás vampiros. Rompe con todas sus reglas para lograrlo, y al publicar La educación juvenil y las aventuras del vampiro Lestat –Lestat el vampiro según el mundo humano-, desencadena una serie de eventos que repercutirán todo, incluso la veracidad del primer arquetipo que quería alcanzar. 

        En un flashback observamos la vida casi mundana de Lestat como humano, décadas antes de la Revolución Francesa: era un hijo más de los Lioncourt, cuya familia noble carecía de recursos para solventarle una educación religiosa como él anhelaba. La despreciaba en la figura de su padre -el Marqués de Lioncourt- y hermano mayor -Agustin- por no darles el lugar, cariño y respeto hacia su madre: Gabrielle de Lioncourt. Ella se aseguraba que su hijo se desenvolviese fuera del hogar asistiendo a los plebeyos -quería que conociese el mundo que le rodea-. Fue así como Lestat logró su objetivo matando varios lobos salvajes y obsequiándoles sus pieles, lo que le permitió conocer a un amigo entrañable y polémico: Nicolas de Lefent.

        Lestat también conoce la filosofía ilustrada de Voltaire, Rousseau y Diderot por boca de ese personaje: pese a que no las asimila totalmente, lo hace sobre París, la Comédie Francaise y cómo Nicolas tocaba el violín; y si bien renegó el nihilismo existencial que profesaba, terminó convenciéndolo para que viviesen ahí y sientan su existencia en aquél entorno. Él deseaba librarse de su angustia por la futura muerte de su madre, quien le había exhortado seguir su camino para hiciera de la vida de él lo que quisiera. Lo logra cuando su hijo se convierte en actor en La Boulevard du Temple y Nicolas da a conocer su música para que la gente supiese que anhelaba autodestruirse. 

        Todas esas circunstancias que hemos descrito representan la vida cotidiana del Lestat antes de experimentar su llamado a la aventura: la parada en la que por una “ligereza –aparentemente accidental- le revelará un mundo insospechado, quedando expuesto a una relación con poderes que no se entienden correctamente.” (Campbell, 2010: 54). Esa ligereza aparecerá encarnada en Magnus: un alquimista vampoirizado desde el Renacimiento, quien descubrió la fuente de la vida eterna tras capturar a otro, ser uno de ellos y aprender sobre sus antiguos cánones para luego emanciparse y hacerse de una fortuna clandestina a la cual heredar lejos de aquélla vorágine que fueron Los Hijos de las Tinieblas. Luego que lo encuentra en Lestat y le otorga involuntariamente el Don Oscuro, Magnus sólo le enseña reglas básicas para que actúe como “un vampiro auténtico”:

Escucha con atención, pues estoy a punto de dejarte y hay varias cosas que debes saber. Ahora eres inmortal, y tu nueva condición te guiará bastante pronto a tu primera víctima humana. Sé rápido y no muestres ninguna piedad, pero por delicioso que te resulte el festín, pon fin a él antes que el corazón de la víctima cese de latir. En los años que se avecinan, adquirirás la fuerza suficiente para experimentar ese gran momento, pero, por ahora, aparta de ti la copa antes de apurarla. De lo contrario, pagarás muy cara tu osadía (Rice, 2010: 125).

Después que Magnus se inmola en el fuego, Lestat buscará desarrollar esos poderes para "convertirse en héroe, y así iniciar el sendero a un destino que cuando lo complete equivaldrá la muerte y un renacimiento para él (2010: 55). Ese “heroísmo” lo será hasta cierto punto tras decidir extraer sangre sólo de malhechores tras identificarlos con su telepatía, y aunque jamás se atribuyó sus asesinatos ante la raza humana, lo que sí logra es efectuar una empresa aún más heroica e inicialmente discutida para Armand y de La Asamblea Vampírica de París: interactuar ante ella.

        Lestat desmitifica innumerables arquetipos del vampiro fomentados por Los Hijos de las Tinieblas e imaginariamente preconcebidos por el ser humano: descubre que el crucifijo no lo lastima; que el Dios Terrenal no lo castigará si blasfemaba contra él, según preceptos humanos; que puede reflejarse en un espejo sin restricciones; que puede entrar y salir de un templo; que no es físicamente una bestia, sino todo lo contrario; y que es imposible que cualquier ser humano pueda reconocerlo como vampiro o siquiera liquidarlo. Es a partir de ahí y al oír el violín de Nicolas que advierte la existencia de ese otro mundo con sus nuevas facultades, desde observar detalles imperceptibles al el ojo humano, hasta escuchar cualquier sonido de la naturaleza: el Jardín Salvaje. He aquí su primera visión sobre éste:

Pese a todos los refinamientos de la civilización que conspiraban para producir arte –la mareante perfección de un cuarteto de cuerda o la irregular grandeza de los lienzos de Fargonard-, la belleza era algo salvaje. Era tan peligrosa y anárquica como había sido la Tierra eones antes de que el hombre tuviera el primer pensamiento coherente en la cabeza o escribiera el primer código de comportamiento de tablillas de arcilla. La belleza era un Jardín Salvaje (Rice, 2010: 174).

Bajo este hallazgo, Lestat supera la mayor prueba de fuego: reencontrarse físicamente con su madre y Nicolas. Usa el tesoro de Magnus para ser un noble desvinculado de la familia Lioncout para sostenerlos económicamente, y aunque no impide que Gabrielle agonice, consigue emular a su mentor para salvarla, vampirizándola. El protagoniza gana y pierde algo a cambio: la conoce finalmente como su igual, pero ya no pueden telepatearse como antes. 

        Para Gabrielle, la experiencia del Don Oscuro se vuelve una catarsis: un efecto purificador de sus pasiones (temor, odio, compasión) que (…) corresponde a una purgación espiritual por medio de un ritual purificador que elimina las reliquias de experiencias perturbadoras de su conciencia” (Beristáin: 2004: 89-90). Fácilmente asimila la doctrina del Jardín Salvaje de Lestat; conoce el alcance de sus poderes; va más allá que él sobre cuándo aplicarlos; obedece a sus instintos al momento de extraer sangre y a su necesidad de viajar por el mundo. Sin embargo, todo cambia cuando  los Hijos de las Tinieblas de Armand finalmente detienen sus desenfrenados movimientos y se los llevan al Cementerio de les Innocents para interrogarlos.

        Lestat y Gabrielle conocen a los vampiros que Magnus renegó: de la Asamblea, a la joven noble y desalineada Eleni, al muchacho de ojos grises, Laurent; a la pareja vampírica, Félix y Eugénie; a la “vieja reina” contemporánea de Magnus, Alessandra; y, efectivamente, a su adolescente líder: Armand. Todos tienen como rehén a Nicolas –que ha descubierto su existencia cerca de la muerte-, y pese a tener en sus manos al protagonista y a su madre convertida, ninguno consigue aplacar su voluntad. 

        Lestat aprovecha sus poderes, inteligencia ilustrada, el escepticismo y vaticinios de Alessandra para evidenciar el vacío de contenido ideológico de la orden para salvar a los suyos y a él mismo: permite que vean cómo ni el Dios ni el Satán de los humanos intervinieron para castigarlos ni premiarlos por sus inusitadas acciones, desde ocupar un palco en la Ópera, estar ante las luces  del proscenio del Thêatre Francaise y bailar con reyes en el Palacio de las Tullerías, hasta entrar en la Catedral de Notre Dame, escuchado la música humana e imaginado sus fantásticos descubrimientos. A Armand le cuesta aceptar eso: que el gran relato de los Juramentos y Bendiciones Oscuras para hacer sufrir a los mortales por la Divina Gloria de ese Dios como elegidos de Satán, que sus misterios como factores reales de poder que rigen el seno de su sociedad (…) como fuerza activa y eficaz que informa todas sus leyes e instituciones (…) haciendo que no puedan ser, más que tal y como son (Lassalle, 1993: 41), han muerto. Le horroriza que Lestat desconozca el alcance y consecuencias del Don Oscuro, y no contento por ver cómo éste se proclama ser la nueva maldad para una nueva era, le vaticina que “no podrá soportar el mundo, la vida entre los hombres mortales. Que no conseguirá sobrevivir mucho tiempo” (Rice, 2010: 300). 

        En Lestat el vampiro, la caída de los Hijos de las Tinieblas como grupo, el posterior suicidio de Alessandra y la casi aniquilación de sus miembros por Armand, salvo Eleni, Félix, Eugénie y Laurent representó el nihilismo de su-yo –en un sentido pasivo o reactivo, “la insensatez del devenir y en consecuencia (…), un sentimiento de pérdida, de venganza y de odio por la vida” (Vattimo, 1985: 114)-; un lapso en que los personajes cuestionan su propio ser-en-el-mundo, aún si todavía no reconocen lo ilusorio de su papel mesiánico imaginario en la obra. No obstante, los otrora sobrevivientes de Asamblea comienzan a hacerlo, y se acobijan en Lestat para que frene a Armand, cosa que finalmente hace. A cambio, él compra el teatro del Boulevard du Temple para que se forjen una nueva vida a su modo: el futuro Thêatre des Vampires. 

        Para Lestat, sin embargo, su solidaridad implica pagar un segundo precio: convertir a Nicolas separándose de él y a cruzar el primer umbral, en donde Armand –indirectamente- lo guiará y ayudará a “avanza[r] en su aventura hasta que llege (…) [a] la zona de la fuerza magnificada (…) [donde] está la oscuridad, lo desconocido y el peligro [del mundo que le fue revelado].” (Campbell, 2010: 77). El vampiro adolescente le transmite sus recuerdos de cuando era un mortal durante el Renacimiento, sobre cómo conoció a Marius –el maestro que lo transformó-, de cuando Santino –el amo de los Hijos de las Tinieblas de Venecia- lo quemó junto a sus discípulos, el cautiverio, el adoctrinamiento que vivió y su eventual liberación ideológica entrado el siglo XVIII, no sólo para que Lestat sepa a lo que se atiene “como vampiro del Jardín Salvaje”, sino también sobre otro secreto que Marius nunca le reveló: “Los que deben ser guardados”.



      Mientras Lestat corroboraba si Marius sobrevivió en sitios como Atenas y Estambul, la vida de Gabrielle ha cambiado tras irse de París: ella experimenta nuevas situaciones, desde ausentarse un mes de su casa de la vía Ghibellina de Florencia, hasta comentarle que un dios debió forjador el mundo para que “la flores exóticas del Jardín Salvaje” –los vampiros- fuesen elegidos para fundarle uno nuevo si la humanidad aniquilaba el propio. Para él, asimilar tal proceder era incompatible porque si no aprovechaba su existencia eternizando su arquetipo vampírico, equivaldría a morirse, y es el saber sobre la autoinmolación de Nicolas ante la Primera Generación del Thêatre des Vampires y el final de los Lioncourt –salvo de su padre- por la Revolución Francesa lo que hace que el camino de sus pruebas se congele –lejos de seguir luchando con los demonios para que los otros puedan alcanzar la presa y en general luchar con la realidad (Campbell, 2010: 97), Lestat queda sepultado por ellos-. 

        El protagonista ya está solo en este punto de la obra: por ocultarle Gabrielle la verdad sobre su familia, Lestat se separa de su madre, más por obligación de cuidar a su padre que por desprecio hacia ella –ambos esperan reencontrarse algún día-. Él experimenta “su primera muerte” como ella tiempo atrás luego de enterrarse por no soportar un mundo sin sus seres queridos, y Marius –quien ya conocía sus andadas- acaba rescatándolo. Se lo lleva a una isla del Mar Egeo “para que vuelva a vivir” y responda a sus preguntas.
Por conocer en persona a Akasha y a Enkil gracias a él, por saber que ellos eran “Los que debían ser guardados” al ser El Padre y La Madre de los primeros vampiros, por incrementar sus poderes al tomar la sangre de Marius, y por dejarse seducir a manos de Akasha para que ella le hiciese lo mismo, casi a punto de morir a manos de Enkil, Lestat vive una apoteosis simbólicamente: acaba salvado por alguna deidad o ser sobrenatural equivalente, deificándole, cuyas “bendiciones abiertas a los simples y los sabios, le permitan que exista la más profunda intuición, redentora y sostenedora del mundo [en él] (Campbell, 2010: 141), aunque paga un tercer precio a largo plazo: el que casi le costó la vida en Entrevista con el vampiro, de no ser porque también tomó la sangre de Akasha.   

        Cabe recalcar que la apoteosis simbólica de Lestat no fue perdurable en el libro: como Armand reusó a ayudarlo y lo humilló ante la Segunda Generación del Thêatre des Vampires –Santiago, Celeste, Estelle y Denis-, apenas y podía moverse. Al contrario de cómo lo imaginó Louis, el protagonista nunca fue ayudado por vampiros creados por él –ni siquiera creó a otros en las décadas en que Claudia y Louis viajaban por Europa, y por extensión, jamás tuvo lugar el reencuentro de Louis con su mentor como lo narró éste en Entrevista con el vampiro-. Ésa y otras refutaciones que Lestat narra en Lestat el vampiro manifiestan un detalle que será característico en las Crónicas Vampíricas, además de las primeras: son un personaje más en la historia. Por citarlas frecuentemente, están diseñadas para que el lector las relea y deconstruya y comprenda el sentido ecuánime de las cinco sagas que la conforman, y como cada vampiro tiene un criterio de verdad propio, le tocará elegir las versiones que más le acomoden. Un primer ejemplo lo advertirá cuando Lestat se reencuentra genuinamente con un Louis distinto en 1985 –una noche antes de su concierto en San Francisco y transcurrido ya un año luego de publicar exitosamente Lestat el vampiro-: deberá ver si el Louis que conoció en la primera crónica era o no honesto.

        No obstante todo eso, el plan de Lestat para desatar un cambio revolucionario en el mundo tiene un giro inesperado: en vez de vivir la gracia última –la agonía de romper las limitaciones personales [por vivir] la agonía del crecimiento espiritual (…) [para] romper la esfera limitadora del cosmos hacia una realización que trasciende todas las experiencias (…): la apreciación del inevitable vacío (Campbell, 2010: 175-176) para “estar” y “no-estar” y descubrir la placentera experiencia de estar vivo-, solamente despierta a alguien de su letargo que catalizará la aniquilación de sus semejantes y casi la de sí mismo. Termina condenando su primer arquetipo vampírico, y su jornada heroica, lejos de acabar, comenzará de forma inesperada en el transcurso de los siguientes tomos. 


BIBLIOGRAFÍA
*Beristáin, Helena. (2004). Diccionario de retórica y poética. México: Porrúa.

*Campbell, Joseph. (2010). El héroe de las mil caras: psicoanálisis del mito (26-229). México: FCE.

*Fans de las Crónicas Vampíricas de Anne Rice. (2013) Fotos de Anne Rice en Fans de las Crónicas 

Vampíricas de Anne Rice. Obtenido el 8 de diciembre de 2013. En: https://www.facebook.com/photo.php?fbid=244745088933685&set=a.244744428933751.57264.244378438970350&type=3&theater

*Lassalle, Ferdinand. (1993). ¿Qué es una constitución? (5ª ed.). México: Colofón.

*Rice, Anne. (2010). Lestat el vampiro Barcelona: Ediciones B/Zeta Bolsillo.

* Vattimo, Gianni. (1985). Introducción a Nietzsche (113-124). España: Península.