Hace 10 años, Anne Rice publicó Cántico de sangre: décimo y último tomo
de sus Crónicas Vampíricas. Desde su
aparición hubo aceptación y dudas sobre el cambio de mentalidad que tuvo su
protagonista Lestat de Lioncour: quienes lo defendieron alabaron el intento de
aquél por redimir sus crímenes, y quienes lo criticaron, que debió ser el
antihéroe de siempre; y aunque ya no se contemplan nuevas historias sobre los
demás vampiros y él, lo cierto es que su figura superó muchos estereotipos del
vampiro clásico.
¿Por qué las Crónicas Vampíricas han causado aceptación y rechazo en ciertos
lectores?, ¿va más allá de ser una saga?, y si es así, ¿cuál es su propósito? Estas
incógnitas sólo tienen sentido si observamos cuatro constantes en ellas: devenir
de la vida, el problema de las ideas preconcebidas, la verdad contemplada
subjetivamente y la transición de la conciencia para redimir los errores.
Hace tiempo, Rice
dijo que al escribir Entrevista con el
Vampiro sintió una gran intensidad y la habilidad de hablar de todo aquello
que le preocupaba: su pérdida de fe, su preocupación con el bien y el mal, su tristeza, su depresión… todo esto afloró mientras
exploraba estos personajes tan fantásticos. No esperaba un descubrimiento así y
tampoco que acabaría desarrollando otros diez libros con los mismos personajes, en el que cada uno hablase de sus preocupaciones y disgustos (citado
por Fans de las Crónicas Vampíricas de Anne Rice, Enero 2012: Facebook). Tenía razón.
Sus vampiros son totalmente reales porque hizo que sus novelas se volviesen personajes: en su universo, un humano que
las lee cree adentrarse a un mundo
innovador sobre cómo retratar a un vampiro, pero para uno genuino era
conocer un testimonio de alguien que anhelaba liberarse de sus demonios
interiores, como si fuese “una guía espiritual para ellos”. En la vida real ha
acontecido algo similar, pero haciendo que sus lectores deconstruyan las tramas
constantemente: para corroborar cuál vampiro habló con la verdad sobre
determinados hechos.
Las Crónicas Vampíricas conforman
cinco sagas en lugar de una: “los orígenes vampíricos desde Akasha” con Entrevista con el Vampiro, Lestat el Vampiro
y La Reina de Los Condenados; “el
bien y el mal del Dios Terrenal y Memnoch” con El Ladrón de Cuerpos y Memnoch
el diablo; “el intermedio existencial en S. Elizabeth” con Pandora y Vittorio el vampiro; “la visión del Grupo de Eruditos” con Armand el vampiro, Merrick y Sangre y Oro; y “la vampírica redención
de Lestat” con El Santuario y Cántico de
Sangre. Cada una tiene diversas temáticas, y mientras más se profundiza en
ellas, la que sigue revela nuevas cosas. Son hechas para leerse con mentalidad
abierta, y más si se trata para comprender el cambio de conciencia en sus
personajes.
A continuación, realizaremos un breve acercaminto a Entrevista con el vampiro desde nuestro punto de vista como lectores:
Portada de Entrevista con el vampiro, simbolizando la insaciedad por la sangre.
Entrevista
con el vampiro –o Interview with the
Vampire- es la primera de las diez Crónicas
Vampíricas. “Entrevistar a un vampiro de verdad” era
su objetivo original, pero tras aparecer Lestat el Vampiro y La Reina
de Los Condenados dio forma a la primera de cinco sagas: la de los orígenes vampíricos desde Akasha.
Narrado desde la visión de Louis de Pointe du Lac, sabemos
qué implica ser inmortal y que se siente al beber la sangre de un humano;
también cómo se atormentó él por la muerte de su hermano siendo vampiro, y como
se dejó fascinar por Lestat en 1794 para que su deseo de morir no tuviese
significado. Esto último, sin embargo, no aconteció cuando Louis tomo del Don
Oscuro, y al hacerlo cayó en abundantes manantiales de percepciones equivocadas
o incompletas de juicios errados sobre su existencia (Balmes, 2005: 78).
Sin Don
Telepático como punto de referencia y bajo axiomas
falsos, Louis tuvo viciadas sus ideas sobre Lestat: vio todo muy diferente
de lo que las cosas eran en sí, como imaginar que su creador lo transformó para
apoderarse de su plantación, que lo usaba como refugio para cazar a cualquiera
que se apareciera en su camino y para eliminar a terratenientes por diversión
como Freniere y sus hermanas. Su intento por detenerlo no sólo causó que quemase
su propiedad en 1797, sino también la semivampirización accidental y abandono
de Babette tratando de buscar refugio.
Louis reusó ver
al mal de Lestat como un punto de vista porque inmortales como él tenían ante
ellos fiestas suntuosas que la conciencia no puede apreciar y que los seres
humanos no pueden conocer sin arrepentirse; tampoco que, como Dios, asesinasen
indiscriminadamente, arrasando a ricos y pobres por no ser criaturas iguales a
los mortales, sino como ángeles oscuros no confiados a los límites hediondos
del infierno sino por su tierra y todos sus reinos (Rice, 2009: 106). En su lugar
y por alimentarse “sólo de desconocidos” complaciendo eternamente a Claudia
–una niña a quien Lestat convierte para que él no le abandone-, creyó ser un
“martirizado puro” sin jamás serlo.
Como Lestat
ejercía fuerte influencia en Louis, el segundo no reconocía que por tratar de
ser un espíritu libre sólo dispuso un reducto mental donde poder aislarse y
redimirse de la multitud, de la masa, de la mayoría [ajena a él] (Nietzsche, 2005:
48). El mismo espacio le hacía creer que disfrutaba de su derecho a olvidar la
regla que regía a vampiros como él –“alimentarse
de sangre humana implica sobrevivir”-, pero por acercarse únicamente para
ver su belleza latente, la expresión única, la voz nueva y apasionada [de sus
víctimas] (Rice, 2009: 116), siempre aniquilaba su autoproclamado rol para
matarlos. Nunca impedía totalmente la aparición de sus sentimientos como el
miedo y la pena porque siempre los externaba sin tener un objetivo real de
existencia.
Igualmente,
Claudia se crio con manantiales de error
a los de Louis, pero preocupándose en
favor de una doctrina. Por vivir con Lestat durante sesenta y cinco años,
le contribuyó a engendrar el hábito de mirar las cosas bajo un mismo aspecto
(Balmes, 2005: 87): ser inmisericorde y manipuladora con otros para poder
sobrevivir. Sin embargo, viendo que él no decía nada sobre los orígenes
vampíricos en el mundo e impedía su independencia, se desilusionó y optó por acabarlo
en dos ocasiones con apoyo de Louis. Consiguió su objetivo en cierta medida,
pero pagando un alto precio que la liquidará: la aceptación de toda verdad
inmediata como un absoluto.
Tras su
emancipación en 1862, Claudia se volvió mentora y titiritera de Louis. Le hizo creer
que su única búsqueda era la oscuridad; que el mar no era su mar y que los
mitos de los hombres no le pertenecían a ambos. En su paso por Transilvania,
Hungría, Bulgaria y Austria, se lo quiso demostrar con los semivampiros –seres
cuyos ojos no tenían inteligencia, estaban vacíos, dos agujeros que reflejaban
la luna. Sin secretos, ninguna verdad; únicamente la desesperación recaía en
ellas y ellos (Rice, 2009: 222)-: supuso que los vampiros poderosos eran
quienes creaban a su especie, y que aquéllas entidades eran sólo resultado de
una transformación incompleta a raíz de no tomar suficientes gotas de sangre
vampírica mezcladas con la humana. Hizo que reconociera al Don Oscuro como la
clave para este cambio y que debían crear otro vampiro, aunque Louis estuviese
renuente a realizarlo.
El encuentro con
Armand, Celeste, Estelle y Santiago en el Théâtre
des Vampires cataliza los planes de Claudia, pero también define todo para
Louis y ella en 1870. Ambos advierten nuevas y alarmantes verdades: en las de Armand,
que ningún vampiro tiene poderes satánicos, que no son sus creaciones, sino
creaturas de Dios, y que el único mal recae en las llamas; y en las de Celeste,
Estelle y Santiago, que lo que pueden imaginarse en imágenes, puede realizarlo
compitiendo con los hombres en crímenes de toda laya, y que es un delito matar
a su propia especie. Todo les cuesta asimilarlo, especialmente sobre lo que
implica asesinar a un vampiro. Ninguno supuso que tales percepciones provenían
de los caídos Hijos de las Tinieblas, y por carecer de información, advirtieron
tardíamente su caída en la boca del lobo.
En un intento por
impedir su caída, Claudia convence a Louis de transformar a Madeleine –una
fabricante de muñecas-; éste, lejos de sentirse libre tras el hecho, queda atrapado
en sus verdades subjetivas. Armand le enseña a cómo desenvolverse en el mundo
humano y a usar sus poderes, pero aún así nada impide que el Don Telepático de
Celeste y la reaparición de Lestat lo condenen a caer en suposiciones gratuitas, tomando un hecho que no tuvo más verdad y
certeza de la que él le otorgó (Balmes, 2005: 84) y que lo marcaría
definitivamente: la tragedia de Claudia y Madeleine y sus autores materiales.
Luego que Armand
lo liberase del ataúd en que fue encerrado, Louis creyó que Santiago y los catorce
vampiros restantes del teatro eran culpables, y por dejarse llevar por sus
emociones y verdades subjetivas, quemó inmisericordemente a trece de ellos –Celeste
y Estelle ya habían huido antes del siniestro-. Supuso que sus acciones
estarían determinadas por esa realidad, por la seguridad de que su práctica
sería acertada (Villoro, 2006: 73) si cometía un crimen más atroz contra ellos
buscando justicia, pero lejos de liberarse de su pena, la agudizó más
acompañando a Armand desde 1870 hasta 1930.
Armand y Louis
visitaron Egipto, Grecia, Italia, Asia Menor y Nueva York –éste último sólo por
olvidar a Claudia y Madeleine-. Cuando el segundo supo por su acompañante que
Lestat abandonó el Théâtre des Vampires
y que lo vio en Nueva Orleans, la transición de la conciencia de Louis finalmente
aparece en él, pero todavía sin madurar. Un ejemplo de ello está en cómo su entrevistador
–Daniel Molloy- terminó creyendo mentiras sobre Lestat, como que “concibió a
dos nuevos vampiros” que le “ayudaron a volver a América”; que aquél “vivía en
una casa vieja de Saint-Charles sin reestablecerse de sus quemaduras”; que “visitó”
la antigua casa de la rue Royale donde vivió con Louis y Claudia; que “se
regocijó” al ver al Louis; que “fue a buscarlo a París” e “intentó persuadir a
Santiago de no acabar con Claudia”; que “buscaba escapar del mundo moderno”…;
en suma: un campo de interacción propio y simbólico de
Louis para poner “un final feliz” en su historia.
El recuerdo ficticio de Louis era un espacio de posiciones y un conjunto
de trayectorias en Entrevista con el
vampiro: por situarse en un sitio social en el curso de su vida vampírica,
adquirió ciertas trayectorias, en el sentido de que aprovechó diferentes tipos
de recursos a fin de alcanzar sus objetivos particulares (citado por Thompson,
1998: 220): Louis quiso romper deliberadamente con la regla capital de no
divulgar su existencia y la de otros al mundo humano. Ya no le importaba lo que podía sucederle si Molloy publicaba su
testimonio. De hecho lo demuestra así, al notar que el joven no ha comprendido
su objetivo:
-He fracasado -susurró aún sonriente-. He
fracasado completamente.
-No… -protestó el muchacho.
-No digas una palabra más –dijo el vampiro
con energía-. Sólo tengo una oportunidad más. ¿Ves esas cintas? Aún giran. Sólo
tengo un medio de demostrarte el significado de lo que he dicho.
Y entonces agarró al muchacho con tal
rapidez que éste se encontró tratando de aferrarse de algo, empujando algo que
ya no estaba ahí, de modo que aún tenía la mano estirada cuando el vampiro lo
apretó contra su pecho, con el cuello del chico bajo sus labios.
-¿Ves? –susurró el vampiro, y los largos
labios sedosos se apartaron de sus dientes y los dos colmillos cayeron sobre la
piel del muchacho (Rice,
2009: 379).
Louis se empeñó en demostrarle a Molloy que
no sólo era un vampiro genuino de carne
y hueso, sino también un ser igualmente peligroso para la humanidad pese a que tenía
ciertas virtudes y defectos. Conjeturó que si ésta leía su biografía lo
pensarían dos veces antes de aventurarse a conseguir la inmortalidad, pero al
hacerlo, su Entrevista con el vampiro
acabó convirtiéndose en un fenómeno cultural incapaz de intimidarla, incluso
hoy día.
BIBLIOGRAFÍA
Balmes, Jaime. (2005). El
criterio (12ª ed., 77-88).
México: Porrúa.
Fans de
las Crónicas Vampíricas de Anne Rice. (2013) Fotos de Anne Rice en Fans de las Crónicas Vampíricas de Anne Rice. Obtenido el 20 de octubre de
2013. En: https://www.facebook.com/photo.php?fbid=244745705600290&set=a.244744428933751.57264.244378438970350&type=3&theate
Nietzsche, Friedrich.
(2005). Más allá del bien y del mal (3ª
ed.). México: Grupo Editorial Tomo.
Rice, Anne. (2009).
Entrevista con el vampiro Barcelona: Ediciones B/Zeta Bolsillo.
Thompson,
John B. (1998) Ideología y cultura
moderna (217-240). México: Ed. UAM-X.
Villoro, Luis.
(2006). Creer, saber, conocer (17ª
ed., 58-73). México: Siglo XXI Editores.
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