En 1985 apareció la segunda de
las Crónicas Vampíricas de Anne Rice,
titulada Lestat el vampiro –o The Vampire Lestat-. Además de narrar el
punto de vista del personaje, la obra plasma cómo intentó forjarse un arquetipo
de conducta nuevo sobre cómo alguien vampirizado involuntariamente se adapta a
un mundo siempre cambiante, y más si la humanidad poco o casi nada sabe
sobre la existencia del otro, representado en los vampiros.
Más allá de contradecir la visión de
Louis de Pointe du Lac acerca de su ser, la aparición de Lestat de Lioncourt
obedece a nuevos propósitos en esta novela: describir
al mundo a través de sus ojos, experiencia y subjetividad. Lestat es rebelde. Representa el lado cruel e inhumano que tenemos
nosotros. Es aquél que quiere vivir eternamente y aun así, ser abrazado por
unos brazos que ofrecen afecto y perdón ( ). De ahí que su presencia será clave
para entender sus metas iniciales.
(Portada de Lestat el vampiro de Anne Rice.)
Lestat
el vampiro es la segunda de las diez Crónicas
Vampíricas y continuación de la primera de sus cinco sagas: “Los
orígenes vampíricos desde Akasha”. En ella se nulifican gran parte
de las ideas preconcebidas de Louis sobre “lo que implica ser un vampiro” para
plasmarnos otras. Conocemos nuevos vampiros, cuyas verdades no sólo serán
igualmente subjetivas, sino también tradicionalistas, fundamentalistas,
aislacionistas, "mesiánicas" y hasta personalizadas. Aparecen grupos que intentaron
eternizarse con ellas y sobre cómo “nacieron” los primeros seres vampíricos en las figuras de
Akasha y Enkil.
Iniciada la novela vemos que el
despertar de Lestat no fue en la época que Louis afirmó en Entrevista con el vampiro, sino en 1984. La radio, los aparatos de
televisión y los cantantes de rock La Noche Libre de Satán lo motivan volver a
la actividad vampírica, y sumado a ello, se adapta al contexto de
finales del siglo XX a su modo:
Con todo, a la tercera
noche de haber reaparecido, ya circulaba rugiendo por Nueva Orleans en una gran
motocicleta Harley-Davidson de color negro, haciendo un ruido ensordecedor.
Buscaba más homicidas de los que alimentarme. Llevaba unas espléndidas ropas de
cuero negro que había quitado a mis víctimas y, en el bolsillo, un pequeño walkman Sony estéreo cuyos minúsculos
auriculares hacían sonar dentro de mi cabeza el Arte de La Fuga, de Bach, mientras daba gas por las avenidas ( ).
Para
Lestat, ser vampiro implicaba libertad
para disfrutar la existencia si tomaba la sangre de los malhechores para
sobrevivir. Sin verse como un héroe, siguió irónicamente un camino heróico para "serlo":
experimentó sus facultades constantemente para confirmar y refutar mitos sobre
los vampiros, crearse una nueva imagen sobre sí mismo, difundirla por doquier y
saber más acerca de sus orígenes. Con esto, termina viviendo aquel
momento en el que se le revela (…) un mundo maravilloso, y queda expuesto a
poderes que no entiende. Tiene una serie de deseos y conflictos reprimidos que
abren un destino, que cuando se cumple, es el equivalente a la muerte y al
mismo tiempo a un renacimiento (Campbell, 2010: 54-55), aunque en su caso se realizará de otra manera.
Lestat cuenta todo sobre ese mundo y
experiencias a La Noche Libre de Satán tras leer Entrevista con el vampiro –la historia narrada por Louis y
publicada por Daniel Molloy en 1976-. Se une a su banda, la financia y filma videos
musicales basados en su vida para proclamarle al mundo que existe, así como a los
demás vampiros. Rompe con todas sus reglas para lograrlo, y al publicar La educación juvenil y las aventuras del
vampiro Lestat –Lestat el vampiro según el mundo humano-, desencadena una
serie de eventos que repercutirán todo, incluso la veracidad del primer
arquetipo que quería alcanzar.
En un flashback observamos la vida casi
mundana de Lestat como humano, décadas antes de la Revolución Francesa: era un
hijo más de los Lioncourt, cuya familia noble carecía de recursos para
solventarle una educación religiosa como él anhelaba. La despreciaba
en la figura de su padre -el Marqués de Lioncourt- y hermano mayor -Agustin- por no darles el lugar, cariño y
respeto hacia su madre: Gabrielle de Lioncourt. Ella se aseguraba que su
hijo se desenvolviese fuera del hogar asistiendo a los plebeyos -quería que
conociese el mundo que le rodea-. Fue así como Lestat logró su objetivo
matando varios lobos salvajes y obsequiándoles sus pieles, lo que le permitió conocer a un amigo entrañable y polémico: Nicolas de Lefent.
Lestat también conoce la filosofía ilustrada de
Voltaire, Rousseau y Diderot por boca de ese personaje: pese a que no las
asimila totalmente, lo hace sobre París, la Comédie Francaise y cómo Nicolas
tocaba el violín; y si bien renegó el nihilismo existencial que profesaba,
terminó convenciéndolo para que viviesen ahí y sientan su existencia en aquél entorno.
Él deseaba librarse de su angustia por la futura muerte de su madre, quien
le había exhortado seguir su camino para hiciera de la vida de él lo que
quisiera. Lo logra cuando su hijo se convierte en actor en
La Boulevard du Temple y Nicolas da a conocer su música para que la gente
supiese que anhelaba autodestruirse.
Todas esas circunstancias que hemos
descrito representan la vida cotidiana del Lestat antes de experimentar su llamado a la aventura: la parada en la que por una “ligereza –aparentemente accidental- le revelará un
mundo insospechado, quedando expuesto a una relación con poderes que no se
entienden correctamente.” (Campbell, 2010: 54). Esa ligereza aparecerá encarnada en Magnus: un alquimista vampoirizado desde el Renacimiento, quien descubrió la fuente de la
vida eterna tras capturar a otro, ser uno de ellos y aprender sobre sus antiguos
cánones para luego emanciparse y hacerse de una fortuna clandestina a la cual
heredar lejos de aquélla vorágine que fueron Los Hijos de las Tinieblas.
Luego que lo encuentra en Lestat y le otorga involuntariamente el Don Oscuro,
Magnus sólo le enseña reglas básicas para que actúe como “un vampiro auténtico”:
Escucha con atención,
pues estoy a punto de dejarte y hay varias cosas que debes saber. Ahora eres
inmortal, y tu nueva condición te guiará bastante pronto a tu primera víctima
humana. Sé rápido y no muestres ninguna piedad, pero por delicioso que te resulte
el festín, pon fin a él antes que el corazón de la víctima cese de latir. En
los años que se avecinan, adquirirás la fuerza suficiente para experimentar ese
gran momento, pero, por ahora, aparta de ti la copa antes de apurarla. De lo
contrario, pagarás muy cara tu osadía ( ).
Después que
Magnus se inmola en el fuego, Lestat buscará
desarrollar esos poderes para "convertirse en héroe, y así iniciar el sendero a
un destino que cuando lo complete equivaldrá la muerte y un renacimiento para
él (2010: 55). Ese
“heroísmo” lo será hasta cierto punto tras decidir extraer sangre sólo de
malhechores tras identificarlos con su telepatía, y aunque jamás se atribuyó sus asesinatos ante la raza humana, lo que sí logra es efectuar
una empresa aún más heroica e inicialmente discutida para Armand y de La
Asamblea Vampírica de París: interactuar ante ella.
Lestat desmitifica innumerables
arquetipos del vampiro fomentados por Los Hijos de las Tinieblas e imaginariamente
preconcebidos por el ser humano: descubre que el crucifijo no lo lastima;
que el Dios Terrenal no lo castigará si blasfemaba contra él, según preceptos
humanos; que puede reflejarse en un espejo sin restricciones; que puede entrar
y salir de un templo; que no es físicamente una bestia, sino todo lo contrario; y que es imposible
que cualquier ser humano pueda reconocerlo como vampiro o siquiera liquidarlo. Es a
partir de ahí y al oír el violín de Nicolas que advierte la existencia de ese
otro mundo con sus nuevas facultades, desde observar detalles imperceptibles al el ojo humano, hasta escuchar cualquier sonido de la naturaleza: el Jardín
Salvaje. He aquí su primera visión sobre éste:
Pese a todos los
refinamientos de la civilización que conspiraban para producir arte –la
mareante perfección de un cuarteto de cuerda o la irregular grandeza de los
lienzos de Fargonard-, la belleza era algo salvaje. Era tan peligrosa y
anárquica como había sido la Tierra eones antes de que el hombre tuviera el
primer pensamiento coherente en la cabeza o escribiera el primer código de
comportamiento de tablillas de arcilla. La belleza era un Jardín Salvaje ( ).
Bajo este
hallazgo, Lestat supera la mayor prueba de fuego: reencontrarse físicamente con
su madre y Nicolas. Usa el tesoro de Magnus para ser un noble desvinculado de
la familia Lioncout para sostenerlos económicamente, y aunque no impide que
Gabrielle agonice, consigue emular a su mentor para salvarla, vampirizándola. El
protagoniza gana y pierde algo a cambio: la conoce finalmente como su igual,
pero ya no pueden telepatearse como antes.
Para Gabrielle, la experiencia del Don
Oscuro se vuelve una catarsis: un efecto
purificador de sus pasiones (temor, odio, compasión) que (…) corresponde a una
purgación espiritual por medio de un ritual purificador que elimina las
reliquias de experiencias perturbadoras de su conciencia” (Beristáin: 2004:
89-90). Fácilmente asimila la doctrina del Jardín Salvaje de Lestat;
conoce el alcance de sus poderes; va más allá que él sobre cuándo aplicarlos;
obedece a sus instintos al momento de extraer sangre y a su necesidad de viajar
por el mundo. Sin embargo, todo cambia cuando los Hijos de las
Tinieblas de Armand finalmente detienen sus desenfrenados movimientos y se los llevan al
Cementerio de les Innocents para interrogarlos.
Lestat y Gabrielle conocen a los
vampiros que Magnus renegó: de la Asamblea, a la joven noble y desalineada
Eleni, al muchacho de ojos grises, Laurent; a la pareja vampírica, Félix y
Eugénie; a la “vieja reina” contemporánea de Magnus, Alessandra; y,
efectivamente, a su adolescente líder: Armand. Todos tienen como rehén a
Nicolas –que ha descubierto su existencia cerca de la muerte-, y pese a tener
en sus manos al protagonista y a su madre convertida, ninguno consigue aplacar
su voluntad.
Lestat aprovecha sus poderes,
inteligencia ilustrada, el escepticismo y vaticinios de Alessandra para
evidenciar el vacío de contenido ideológico de la orden para salvar a los suyos
y a él mismo: permite que vean cómo ni el Dios ni el Satán de los humanos
intervinieron para castigarlos ni premiarlos por sus inusitadas acciones, desde
ocupar un palco en la Ópera, estar ante las luces del proscenio del Thêatre Francaise y bailar
con reyes en el Palacio de las Tullerías, hasta entrar en la Catedral de Notre
Dame, escuchado la música humana e imaginado sus fantásticos descubrimientos. A
Armand le cuesta aceptar eso: que el gran relato de los Juramentos y
Bendiciones Oscuras para hacer sufrir a los mortales por la Divina Gloria de
ese Dios como elegidos de Satán, que sus misterios como factores reales de poder que rigen el seno de su sociedad (…) como fuerza
activa y eficaz que informa todas sus leyes e instituciones (…) haciendo que no puedan ser, más que tal y como son (Lassalle, 1993: 41), han muerto. Le horroriza que Lestat desconozca el alcance y consecuencias del Don Oscuro, y no contento por ver cómo éste se proclama ser la nueva
maldad para una nueva era, le vaticina que “no podrá soportar el mundo, la vida
entre los hombres mortales. Que no conseguirá sobrevivir mucho tiempo” ( ).
En Lestat
el vampiro, la caída de los Hijos de las Tinieblas como grupo, el posterior suicidio
de Alessandra y la casi aniquilación de sus miembros por Armand, salvo Eleni,
Félix, Eugénie y Laurent representó el nihilismo
de su-yo –en un sentido pasivo o reactivo, “la insensatez del devenir y en
consecuencia (…), un sentimiento de pérdida, de venganza y de odio por la vida”
(Vattimo, 1985: 114)-; un lapso en que los personajes cuestionan su propio
ser-en-el-mundo, aún si todavía no reconocen lo ilusorio de su papel mesiánico imaginario en la obra. No
obstante, los otrora sobrevivientes de Asamblea comienzan a hacerlo, y se
acobijan en Lestat para que frene a Armand, cosa que finalmente hace. A cambio,
él compra el teatro del Boulevard du Temple para que se forjen una nueva vida a
su modo: el futuro Thêatre des Vampires.
Para Lestat, sin embargo, su
solidaridad implica pagar un segundo precio: convertir a Nicolas
separándose de él y a cruzar el primer
umbral, en donde Armand –indirectamente- lo guiará y ayudará a “avanza[r] en su aventura hasta que llege (…) [a] la zona de la fuerza
magnificada (…) [donde] está la oscuridad, lo desconocido y el peligro [del mundo
que le fue revelado].” (Campbell, 2010: 77). El vampiro adolescente le
transmite sus recuerdos de cuando era un mortal durante el Renacimiento, sobre
cómo conoció a Marius –el maestro que lo transformó-, de cuando Santino –el amo
de los Hijos de las Tinieblas de Venecia- lo quemó junto a sus discípulos, el
cautiverio, el adoctrinamiento que vivió y su eventual liberación ideológica
entrado el siglo XVIII, no sólo para que Lestat sepa a lo que se atiene “como vampiro
del Jardín Salvaje”, sino también sobre otro secreto que Marius nunca le reveló: “Los que deben ser
guardados”.
Mientras Lestat
corroboraba si Marius sobrevivió en sitios como Atenas y Estambul, la vida de
Gabrielle ha cambiado tras irse de París: ella experimenta nuevas situaciones,
desde ausentarse un mes de su casa de la vía Ghibellina de Florencia, hasta
comentarle que un dios debió forjador el mundo para que “la flores exóticas del
Jardín Salvaje” –los vampiros- fuesen elegidos para fundarle uno nuevo si la
humanidad aniquilaba el propio. Para él, asimilar tal proceder era incompatible
porque si no aprovechaba su existencia eternizando su arquetipo vampírico, equivaldría
a morirse, y es el saber sobre la autoinmolación de Nicolas ante la Primera
Generación del Thêatre des Vampires y el final de los Lioncourt –salvo de su
padre- por la Revolución Francesa lo que hace que el camino de sus pruebas se congele –lejos de seguir luchando con los
demonios para que los otros puedan alcanzar la presa y en general luchar con la
realidad (Campbell, 2010: 97), Lestat
queda sepultado por ellos-.
El protagonista ya está solo en este
punto de la obra: por ocultarle Gabrielle la verdad sobre su familia, Lestat se separa de
su madre, más por obligación de cuidar a su padre que por desprecio hacia ella –ambos
esperan reencontrarse algún día-. Él experimenta “su primera muerte” como ella
tiempo atrás luego de enterrarse por no soportar un mundo sin sus seres
queridos, y Marius –quien ya conocía sus andadas- acaba rescatándolo. Se lo
lleva a una isla del Mar Egeo “para que vuelva a vivir” y responda a sus
preguntas.
Por conocer en
persona a Akasha y a Enkil gracias a él, por saber que ellos eran “Los que
debían ser guardados” al ser El Padre y La Madre de los primeros vampiros, por
incrementar sus poderes al tomar la sangre de Marius, y por dejarse seducir a
manos de Akasha para que ella le hiciese lo mismo, casi a punto de morir a
manos de Enkil, Lestat vive una apoteosis
simbólicamente: acaba salvado por alguna deidad o ser sobrenatural
equivalente, deificándole, cuyas “bendiciones abiertas a los simples y los
sabios, le permitan que exista la más profunda intuición, redentora y
sostenedora del mundo [en él] (Campbell,
2010: 141), aunque paga un tercer precio a largo plazo: el que casi le costó
la vida en Entrevista con el vampiro, de no ser porque también tomó la sangre
de Akasha.
Cabe recalcar que la apoteosis
simbólica de Lestat no fue perdurable en el libro: como Armand reusó a ayudarlo
y lo humilló ante la Segunda Generación del Thêatre des Vampires –Santiago,
Celeste, Estelle y Denis-, apenas y podía moverse. Al contrario de cómo lo
imaginó Louis, el protagonista nunca fue ayudado por vampiros creados por él –ni
siquiera creó a otros en las décadas en que Claudia y Louis viajaban por
Europa, y por extensión, jamás tuvo lugar el reencuentro de Louis con su mentor
como lo narró éste en Entrevista con el
vampiro-. Ésa y otras refutaciones que Lestat narra en Lestat el vampiro manifiestan un detalle
que será característico en las Crónicas
Vampíricas, además de las primeras: son un personaje más en la historia. Por
citarlas frecuentemente, están diseñadas para que el lector las
relea y deconstruya y comprenda el sentido ecuánime de las cinco sagas que la
conforman, y como cada vampiro tiene un criterio de verdad propio, le tocará elegir
las versiones que más le acomoden. Un primer ejemplo lo advertirá cuando Lestat
se reencuentra genuinamente con un Louis distinto en 1985 –una noche antes de
su concierto en San Francisco y transcurrido ya un año luego de publicar
exitosamente Lestat el vampiro-:
deberá ver si el Louis que conoció en la primera crónica era o no honesto.
No obstante todo eso, el plan de Lestat
para desatar un cambio revolucionario en el mundo tiene un giro inesperado: en
vez de vivir la gracia última –la agonía
de romper las limitaciones personales [por vivir] la agonía del crecimiento
espiritual (…) [para] romper la esfera limitadora del cosmos hacia una
realización que trasciende todas las experiencias (…): la apreciación del
inevitable vacío (Campbell, 2010:
175-176) para “estar” y “no-estar” y descubrir la placentera experiencia de
estar vivo-, solamente despierta a alguien de su letargo que catalizará la
aniquilación de sus semejantes y casi la de sí mismo. Termina condenando su
primer arquetipo vampírico, y su jornada heroica, lejos de acabar, comenzará de forma inesperada en el transcurso de los siguientes tomos.
BIBLIOGRAFÍA
*Beristáin, Helena. (2004). Diccionario de retórica y poética.
México: Porrúa.
*Campbell,
Joseph. (2010). El héroe de las mil
caras: psicoanálisis del mito (26-229).
México: FCE.
*Fans de
las Crónicas Vampíricas de Anne Rice. (2013) Fotos de Anne Rice en Fans de las Crónicas
Vampíricas de Anne Rice. Obtenido el 8 de diciembre de
2013. En: https://www.facebook.com/photo.php?fbid=244745088933685&set=a.244744428933751.57264.244378438970350&type=3&theater
*Lassalle, Ferdinand.
(1993). ¿Qué es una constitución? (5ª
ed.). México: Colofón.
*Rice, Anne. (2010).
Lestat el vampiro Barcelona: Ediciones B/Zeta Bolsillo.
* Vattimo, Gianni. (1985). Introducción a Nietzsche (113-124). España: Península.
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